Otra vez miro una reja. Pero esta vez a cuatrocientos kilómetros de mi casa. Otro invertebrado, aunque esta vez uno hermafrodita.
Lo vi y me acordé de la chinche que aniquilé antes de salir de viaje y no me animé a tocarlo.
Creo que forman parte de una conspiración en mi contra.
Tal vez la primera visita quería darme algún mensaje y cometí un error garrafal al atacarla. Creo que sin darme cuenta me he ganado unos enemigos temibles.
Philp K. Dick tenía razón.
Caracol... ¿Qué quieres de mí?
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