Creo que era Focault el que se preguntaba donde se encuentra el límite de la obra de un autor y planteaba si los recibos de la tintorería pueden ser considerados parte de la obra de un escritor.
Woody Allen en su libro COMO ACABAR DE UNA VEZ POR TODAS CON LA CULTURA, retoma la idea y construye un relato a partir de las listas de las prendas que un escritor envía a lavar.
Muchas veces la industria cultural se mete en los anotadores de los artistas y publica borradores, obras inconclusas o completas pero descartadas por sus autores.
Así tenemos tres volúmenes dobles de Anthology de los Beatles en los que John Lennon canta contra su voluntad o Los hijos de Húrin, dónde J.R.R. Tolkien es empujado -seguramente de manera amorosa- por su hijo para que emerja un libro inconcluso.
Todo esto me vino a la mente porque hoy vi que van a vender una serie de papeles que pertenecieron a Marilyn Monroe:
Una pila de facturas de supermercado, una interminable lista de comestibles en la que alguien pretende encontrar el secreto de su belleza.
¿Será posible que el secreto del carisma, la atracción de una persona resida en un tarro de mermelada?
Lo pensaré mientras ordeno mis boletos capicúa de Nicolino Roche.
3 comments:
Es toda una controversia, es cierto. Supongo que el límite estará donde se trate realmente de una obra artística (y está el problema moral si el autor quería o no hacerlo público) o curiosidad para el coleccionista.
Si me hacés un collage con tus boletos capicúa tal vez te los compro...
Algo así se reflotó con el ladrillo de conversaciones entre Bioy y Borges, que aparentemente no tiene desperdicio, pero si hacés caso omiso que se trata de dos de los más grandes escritores de habla hispana, son chusmeríos de dos viejos de mierda... pero vea con que altura literaria chusmeaban esos viejos, caramba.
No te puedo vender los boletos... No tienen precio...
No en vano tengo todos mis diarios íntimos de Hello Kitty guardados en cajas en casa de mi mamá.
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