Me siento extraviado en los días feriados. El reloj me despierta como pidiéndome que vaya a trabajar, aún sin sonar.
Me pregunto si no le pasara esto a otras personas. En especial en este 25 de mayo de 2009, casi doscientos años después de que la clase dirigente de estas tierras capitalizara el mal momento de la realeza española y comenzara esa discusión que parece no terminar, acerca de crear un país con cierto grado de independencia.
Me cuesta digerir el uso de la palabra “revolución” para describir lo que sucedió entonces. Supongo que lo que ocurrió fue que aún no terminaba de acuñarse “rosca”.
Es posible que en esas jornadas de la semana de mayo se haya sembrado la semilla de ese extraño pensamiento mágico nacional que siempre me asombra tanto.
Ese pensamiento animista que nos dice, todo el tiempo, que pequeños gestos o declamaciones, torcerán nuestro, al menos, por ahora gris destino.
Y pienso en gris porque estas latitudes han conocido muchas desgracias pero aún están lejos de los horrores de otros puntos del planeta.
Pero, claro, tampoco, tenemos un derrotero luminoso.
Pienso en esa posible génesis del pensamiento animista argentino porque imagino a Cornelio Saavedra diciendo: “Bueno… pongámosle la palabra ´Revolución´ y listo…”
Y puesto el rótulo, puesto el primer conjuro, un hechizo que nos hizo creer, casi dos siglos después, que nos hemos librado de algún yugo.
Basta leer la letra de la marcha patriótica, que un par de años después, se convencería de que ha sido compuesta para una nación que se ha rebelado frente a un opresor demoníaco. Un exorcismo, cuando, tal vez, sólo queríamos comprar alguna chuchería londinense.
Y desde entonces, y hasta ahora, pasando por conjuros pintorescos como la convertibilidad: “Hágase nuestra moneda idéntica a la de la madre patria”
O hechizos como las retenciones móviles a los agroexportadores:”Hágase, por decreto, la redistribución de la riqueza en esta tierra”
Ahora veo a gente que, por la televisión, me dice que con su sonrisa y mi voto se puede hacer algo distinto. Algo mejor.
Extraños ingredientes para una pócima que viene quemándose seguido y no termina de convertir nuestra calabaza en una carroza que nos lleve a algún lado. No es necesario que sea a un baile, una fiesta, pero no estaría mal que nos llevara a alguna parte.
Otra línea de la hechicería, piensa que dos centurias después del primer encantamiento fallido, todo se encaminará.
No sé que pensar. Por ahora, me siento inclinado a pensar que la magia no existe.
1 comments:
La magia no existe y el panorama es gris, me quedo con esas conclusiones. Linda reflexión para un feriado nacional.
Publicar un comentario